Continuamos dialogando con los delegados de diferentes partes del mundo, mostrando la universalidad de la Compañía de Jesús. Hoy nos hemos sentado con Karel San Juan, jesuita de la provincia de Filipinas, miembro de la Conferencia jesuita de Asia-Pacífico. El padre Karel se dedica a la educación en una de las zonas más desafiantes de Filipinas: la ciudad de Zamboanga, en el oeste de Mindanao.
Cuéntanos algo de la Conferencia Jesuita a la que perteneces: Hay 16 países que, dentro de las divisiones administrativas de los jesuitas, forman 7 provincias, 3 regiones y 2 misiones. Incluyen una gran diversidad de situaciones al contar con los países del norte, como Japón, Corea y China, además de Malasia, Indonesia y Filipinas (donde se encuentra también gente de origen malayo), sin olvidarnos de Australia y Nueva Zelanda, un mundo completamente distinto. Pero de manera casi sorprendente, estamos unidos por un buen número de temas y preocupaciones comunes. El común denominador podría ser: ¿cómo puede el cristianismo esforzarse por mantenerse vivo en estos contextos culturales tan diversos? Tenemos la oportunidad de usar el inglés como lenguaje común, algo que facilita nuestra comunicación.
Estos países son muy diferentes a un nivel socioeconómico: ¿hay espacio para el diálogo y el entendimiento? No cabe ninguna duda de que es un reto trabajar juntos como Conferencia, pero también es verdad que es mucho lo que compartimos. En primer lugar, los países más ricos pueden apoyar a los más pobres. Pero los países donde hay pobreza real pueden también contribuir, por ejemplo a través del modo en que viven la fe. Con las excepciones de Timor-Este y Filipinas, la población católica en el área Asia-Pacífico es muy pequeña. Pero la fe católica es especialmente fuerte. Los católicos son orgullosamente católicos y pueden enriquecer la experiencia espiritual de todo el conjunto. Nosotros, en Filipinas, celebraremos pronto 500 años de cristianismo: podremos compartir entonces nuestra experiencia de compromiso a través de la educación jesuita, en el acompañamiento pastoral, espiritualidad, justicia social, comunicaciones y otros muchos ministerios. Podemos ayudar también a las obras y equipos de la Compañía en países donde sólo hay una minoría de católicos.
¿Qué se espera de la Congregación General en la región del mundo de donde vienes? Mis compañeros jesuitas y colegas laicos y socios en la misión tienen muchas expectativas, que se pueden resumir en tres direcciones:
- Esperan el resultado de nuestra Congregación para identificar lo que pueda ser mejorado en nuestra misión y en nuestro ministerio. Hay mucho aun por hacer; pero el rumbo se podría dar desde aquí, en la Congregación General, para ayudarnos a todos a ser más fieles a nuestra misión y más efectivos en nuestro trabajo.
- Esperan escuchar la respuesta de la Compañía de Jesús a problemas globales, cruciales, a nivel universal, puesto que somos una organización universal. Nos enfrentamos a la violencia religiosa, a la migración, a la cultura secular, a la pobreza, al cambio climático: ¿Cómo podemos aprovechar la fortaleza que la Compañía de Jesús tiene como organización global? ¿Como nos podemos ayudar mutuamente a responder de manera coherente a estos asuntos globales?
- Desean conocer al nuevo líder, al nuevo Superior General, para saber cuáles son sus prioridades y el modo en que nos podrá inspirar. Esperan de él que continúe en la línea del papa Francisco y que sea una fuente de inspiración para todos nosotros.
¿Qué es lo que personalmente más le ha emocionado desde que comenzó la Congregación? Para mi la primera semana ha sido una experiencia espiritual. Es difícil unir a cerca de 250 jesuitas. Pero veo, siento y experimento el secreto de la Compañía de Jesús. Podremos tener influencia en muchas partes del mundo a través de nuestra vida intelectual, nuestro compromiso en diferentes campos, pero lo que subyace bajo todo ese prestigio es lo que yo estoy viendo aquí. Podemos estar unidos mediante la confianza y la fe; el Espíritu puede guiarnos, siendo guiados como cuerpo. Esto acontece en la oración personal y comunitaria.