Cada fin de semana es un momento de pausa en la Congregación General, con interesantes propuestas de visitas. Así, he tenido la alegría de descubrir la cripta que se encuentra bajo la iglesia del Gesù. En estos días de conmemoración de los difuntos, es costumbre abrir esta cripta al público para la oración. Este sábado fuimos varios los que nos beneficiamos de los comentarios del padre Michele Lavra, que nos acompañó a visitar este lugar y nos hizo una introducción a la historia de la localización de la casa profesa de la Compañía en Roma en tiempos de san Ignacio.
Esta cripta custodia los restos de 18 Padres Generales, si contamos también el cuerpo de san Ignacio y los de los padres Pignatelli, Roothaan y Arrupe, conservados en la iglesia misma. Encontramos también las tumbas de otros varios jesuitas del siglo XIX.
¡Experiencia de catacumbas de la Compañía! Es emocionante ver a estos compañeros enterrados en lugares dispuestos como lo estaban en otro tiempo las antiguas catacumbas. Una manera muy romana de conservar los cuerpos. Hicimos memoria muy especialmente de la figura del padre Lorenzo Ricci (General entre 1758 y 1775), que conoció la supresión de la Compañía en 1773 y murió encarcelado en el castillo de Sant’Angelo. Esto nos dio ocasión de recordar aquellas horas sombrías vividas por la Compañía. Después de haber evocado su memoria, rezando el Padre nuestro, me sentí conmovido. «Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden». Al ser elegido General, él prevenía a la Compañía contra la arrogancia y la autocelebración. Y murió afirmando, delante de Dios, la inocencia de la Compañía. Su obediencia y su amor a la Iglesia no dejan de impresionarme.
Para mi gran sorpresa, en todas las tumbas de jesuitas de la Compañía restaurada (después de 1814) está escrito claramente «professo di 4 voti» o «coad. spile.» e incluso «professo di 3 voti». Una costumbre muy extraña al hacer memoria de los jesuitas difuntos, que no deja de remitir a un tema delicado para los jesuitas vivos. Pero tranquilicémonos: ¡pronto la cripta será sellada y el tema volverá a su vocación decididamente subterránea! Quien tenga oídos, que oiga.
La austeridad de estos lugares me ha hecho pasar por una experiencia de purificación. ¡Qué contraste con el lujo de colorido y de belleza de la iglesia del Gesù! Un recordatorio de que somos polvo y de que nuestras ambiciones… no son más que ambiciones. ¿A san Ignacio le hubiera gustado ver lo que ha ocupado el lugar de la primera casa profesa y de la iglesita de Nuestra Señora de la Estrada, en el corazón de lo que fue un barrio popular con numerosas prostitutas? Lo ignoro. Pero seguimos compartiendo con él esta visión profundamente espiritual que compartía con nosotros el padre Lavra: atraer la mirada de los poderosos y de los ricos a las realidades de los pequeños, si es posible viviendo con ellos y al lado de ellos. Dicho de otro modo, vivir concretamente el abajamiento de la encarnación de nuestro Señor en un lugar preciso y abandonado de esta tierra. «El amor se ha de poner más en las obras que en las palabras…».