Estas son las palabras del Padre General Arturo Sosa al final de la Sesión de cierre de la Congregación, en la mañana del sábado 12 de Noviembre de 2016:
En este momento de sentimientos encontrados me ha venido a la mente este texto del evangelio de Marcos (4,26-29): Jesús dijo además: Escuchen esta comparación del Reino de Dios. Un hombre esparce la semilla en la tierra, y ya duerma o esté despierto, sea de noche o de día, la semilla brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da fruto por sí misma: primero la hierba, luego la espiga, y por último la espiga se llena de granos. 29 Y cuando el grano está maduro, se le mete la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha.
Como miembros de la Congregación General 36 hemos echado la semilla en la tierra, hemos tratado de poner lo mejor de nosotros en esta siembra. La tierra dará su fruto. Gracias a Dios no depende de nosotros… Nosotros la hemos echado poniendo nuestra esperanza sólo en Él. No sabemos cómo crecerá, pero sabemos que Él la hará crecer, según sus planes sin seguir necesariamente los nuestros, según sus deseos, sin que siempre coincidan con los nuestros…
Soy testigo privilegiado del cariño y tesón con el que se ha preparado esta Congregación. Una preparación en la que ha participado tantísima gente, además de quienes nos han soportado con su constante oración. Habiendo participado en la experiencia podemos imaginar cuántas horas llevó imaginar el proceso y escribir la famosa Fórmula, convocar las congregaciones provinciales, recoger los postulados y respuestas a las preguntas, crear las comisiones, conducir la marcha haciendo camino al andar.
En este momento quisiera que hiciéramos un reconocimiento especial a quienes ocupan los puestos del balcón del Aula o a los que vemos en ella sólo a ratos: secretarios, traductores, animadores de la oración, grupo de comunicación, equipo técnico… Pero también a los que no hemos visto y se han ocupado del mantenimiento y limpieza de los espacios que hemos usado. A quienes la diseñaron y construyeron.
Las comunidades jesuitas de Roma que nos han acogido con generosa fraternidad merecen nuestro aplauso. También ellas se prepararon con cariño y nos han acompañado todo este tiempo. También en ellas hay muchas personas que no hemos visto que han hecho posible una estancia grata durante el tiempo de la Congregación.
Como la semilla echada en tierra, tampoco sabemos cómo creció la semilla de la Congregación, creció y se hizo árbol que da frutos… sólo sabemos que ha sido la obra del Señor a través de tantos hermanos y hermanas a quienes les damos un sincero ¡gracias!