Esta semana en la que cumplimos un mes de haber comenzado nuestra Congregación General, amén de los asuntos temáticos que ocupan a la Congregación, de forma diversa hemos ido viviendo la composición del gobierno de la Compañía.
A finales de la semana pasada el P General a partir de las ternas enviadas por cada asistencia designo a los asistentes regionales que se encargan de llevar los asuntos en cada una de las regiones en las que está organizada la Compañía y reúnen en sí a un conjunto de Provincias. Durante esta semana ha procedido a ir nombrando nuevos Provinciales (se espera un total de 18 nuevos Provinciales) y queda aún el trabajo de nombrar a lo que llamamos oficiales de la Curia (Secretario, Procurador, Ecónomo). Al final de los trabajos de esta semana hemos elegido a los Asistentes Ad Providentiam cuyos nombres nos son ya conocidos por las noticias.
Uno vive con alegría cada nombramiento que oye, a la vez que es consciente de la responsabilidad que asume ese compañero. Los aplausos llenan el aula y le deseo de que el Señor lo acompañe en la misión para la cual ha sido designado, sea por el General o por la Congregación según sea el caso.
He tenido la suerte de estar siete años como Provincial en Venezuela y aunque las funciones de gobierno no son un lecho de rosas, a la vez tiene una gracia especial que está vinculada a agradecer el don de lo mucho y diverso que hace la Compañía, a conocer y ser testigo de la vida de gente maravillosa, a la vez que te permite tener una mirada muy especial sobre los retos apostólicos que el Señor nos pone delante.
El gobierno de la Compañía es un gobierno personal. No se funda en las normas, ni es colectivo, sino que tratando de emular el modo como Dios nuestro Señor se relaciona con cada uno de nosotros, la relación que se establece entre el superior y cada jesuita es personal. El superior es responsable personalmente de las decisiones que toma y es él en última instancia quien la toma. Algunos por esta razón piensan que la Compañía es un gobierno monárquico. Nada más lejos de la realidad. Es un gobierno de consulta, donde el escuchar está al centro de nuestro modo de proceder. Se oye a la persona en cuanto tal (a eso lo llamamos cuenta de conciencia), se oye a quienes tienen la función de consultores y a través de esto se busca especialmente oír a Dios nuestro Señor a quien en todo queremos obedecer.
Así si bien el P General tiene plena autoridad para tomar cualquier tipo de decisión. Ésta viene precedida de una necesaria escucha. Es aquí donde los asistentes juegan un papel fundamental pues son el consejo del P General. Pero un papel especialmente relevante tienen en él los que son nombrados por la Congregación como Ad Providentiam pues su función no concluye en servirle de consejeros al P General, sino que tienen una especial comisión por parte de la Congregación de acompañar al General y mirar por el bien de su persona y gobierno. Incluso en casos graves tienen la potestad de convocar a Congregación incluso contra la voluntad del P. General. Nada pues más lejos que un modelo monárquico para definir el gobierno de la Compañía.
Para mi no es el mundo civil quien mejor puede definir el modo nuestro de proceder en términos del gobierno, sino que lo define el ejercicio del discernimiento. Es un gobierno consultivo y personal. De allí que tan importante sea aquel que tiene la responsabilidad de tomar la última decisión como aquellos a quienes por ministerio les corresponde aconsejar a aquel. En fin de cuenta todo se funda en nuestro deseo de en todo amar y servir.