Hay bastantes regiones del mundo que buscan paz. Sin embargo, la provincia jesuita de Oriente próximo es quizás la que reúne el mayor número de países en los que tensiones de diversos órdenes afectan a la vida de las personas. El Provincial de Oriente próximo, Dany Younès, tuvo la oportunidad de dirigirse a los electores sobre los desafíos de su Provincia. Ésta es su experiencia de la Congregación que ha querido compartir con nosotros.
Soy el Provincial de Oriente próximo y del Magreb. Mi provincia abarca varios países: Turquía, Siria, Líbano, Jordania, Palestina/Israel, Egipto, Argelia y Marruecos. Cuando me convertí en Provincial hace dos años, algunos me deseaban buena suerte por la situación de conflicto, especialmente en Siria. De hecho, desde 2011, toda la región está desestabilizada. Sabemos que las fuentes del conflicto vienen de muy lejos, tanto en la historia como en la conciencia colectiva de las comunidades que forman nuestras sociedades.
La Compañía no está presente de igual manera en los diferentes países que componen la provincia. Líbano, donde la misión se inició en 1830, cuenta con las instituciones más fuertes. Egipto viene a continuación, en términos del número de jesuitas e instituciones. Señalo que Egipto es el país con la mayor comunidad árabe cristiana, los coptos, y de ella es de donde proviene el mayor número vocaciones a la Compañía. El noviciado de la Provincia está allí. En Siria, nuestra función está en las instituciones educativas de la Iglesia, con los jóvenes, el acompañamiento psicológico o el desarrollo rural. Desde 2010, el JRS realiza un trabajo de primera importancia, concebido en un principio para los refugiados iraquíes y, desde 2011, para los sirios. En este momento hay diez jesuitas en Siria, entre ellos un obispo, que se enfrentan a situaciones difíciles y a menudo peligrosas. En Siria hemos perdido dos compañeros jesuitas, el padre Frans van der Lugt, originario de los Países Bajos, que fue asesinado el 7 de abril de 2014 en Homs, y el padre Paolo Dall’Oglio, italiano, secuestrado en Raqqa por el Daesh el 29 de julio de 2013. No tenemos noticias de él.
En Jordania hay una comunidad de jesuitas que no pertenece a nuestra provincia, sino a la del noreste de los Estados Unidos. Turquía pertenece a nuestra provincia desde el año 2000. Hay cuatro jesuitas que forman una comunidad en Ankara. El JRS también está presente. Las publicaciones de pensamiento cristiano en la lengua turca se deben en gran medida al trabajo de nuestros compañeros. El Magreb (Argelia y Marruecos) formaba parte de la provincia de Francia, aunque desde 2013 está integrado en nuestra provincia. En Argelia hay diez jesuitas; en Marruecos, hay un jesuita de nuestra Provincia que forma comunidad con dos jesuitas de la provincia de España. Desde el 30 de junio de 2016, por decisión del Padre general, Palestina e Israel también pertenecen a la Provincia. Se trata de una comunidad en Jerusalén, de la que también depende una pequeña comunidad en Belén. Hay nueve jesuitas con una misión plural y flexible, que nació con el servicio del ‘campus’ de Jerusalén del Instituto Bíblico de Roma.
Nuestra provincia siempre conoció la diversidad de países de origen de los jesuitas. Viviendo en medio de uno de los conflictos actuales más mortíferos y de fundamentalismos sin piedad, este contexto nos lleva a relacionarnos desde la amistad con todos los pueblos que nos rodean, sin importarnos la religión, la etnia, las ideas políticas o la clase social de nuestros amigos. La diversidad afecta al corazón de nuestra identidad católica, desplegada en las siete iglesias orientales en comunión con Roma: la caldea, la maronita, la greco-melquita, la siria, la armenia, la copta y la latina. Esta diversidad tanto puede ser gratificante como fuente de muchos conflictos.
¿Cómo lo están pasando los compañeros? A menudo hay tensiones e impaciencias, pero también mucho humor, “resiliencia” y perdón mutuo. Cuando uno está ‘inspirado’, se da cuenta de que se es testigo de tantas historias valientes e insospechadas en un contexto de guerra y de erosión de la política de vida, pero también puede suceder que uno se sienta ‘vencido’ y la fatiga bloquee la comunicación, un hecho con el que también hemos de convivir. En general, nuestra Provincia está viva y activa.
El drama de los refugiados, sirios, iraquíes, palestinos u otros, nos afecta en las entrañas. Es difícil entender lo que sucede en el corazón de los refugiados, ni siquiera ellos mismos pueden reconocerlo. Pienso que una de las mayores ayudas que podemos aportar es la de facilitar la palabra, “poner nombre” a ese conmovedor sentimiento de pérdida de referencias. Aunque desde el primer momento hay algo que hacer: un acto de hospitalidad. Entiendo del todo el temor que suscita esa multitud que busca refugio en otros lugares: miedo por la identidad, por la libertad o a perder la guerra demográfica, después de haber ganado la militar. Las preguntas por la integración o la exclusión / inadaptación son reales, también las que afectan a la capacidad de adaptación del Islam. Todo hay que discernirlo, sería raro que podiésemos afrontar la reflexión necesaria sobre ello, aunque hay un primer momento, un acto eminente a realizar: un acto de hospitalidad.
La Congregación general me aleja de mis ocupaciones diarias. En primer lugar, debo decir que es saludable. La Congregación me enseña que no soy indispensable. La misión continuará después de mí y está bien saberlo. “Señor enséñame a descansar, de lo contrario no sabré morir”. Encontré esta oración en mi habitación del noviciado en El Cairo hace veintiún años. La Congregación me recuerda que soy un miembro de un Cuerpo apostólico mundial y tengo una responsabilidad hacia todo el Cuerpo de la Compañía, de donde brota una gran consolación, al sentirme cercano a Cristo cuyos deseos envuelven el mundo entero y cuyo Corazón arde para todo el mundo. Este pensamiento me muestra que doscientos quince miembros de la Congregación están interesados conmigo por Oriente próximo.