Nuestros primeros compañeros, procedentes de lugares tan diferentes y a pesar de que se reconocían “débiles y frágiles”, encontraron juntos la voluntad de Dios en medio de tan gran diversidad de opinión. Su “decidida atención y vigilancia para iniciar un camino totalmente abierto” y el ofrecerse plenamente a él para la mayor gloria de Dios, les permitió encontrar la voluntad de Dios. De este modo comenzaron una historia; encendieron un fuego (…) A pesar de las diferencias, lo que nos une a los jesuitas es Cristo y el deseo de servirle: no hacernos sordos al llamamiento del Señor, sino prontos y diligentes para cumplir su santísima voluntad. Él es la imagen única del Dios invisible, capaz de revelarse en todas partes, y en una exacerbada cultura de imágenes, Él es la única imagen que nos une. Los jesuitas saben quiénes son mirándole a Él. (GC 35, D 2, 2)
Crece Jesús, crece en mí, en mi espíritu, en mi corazón, en mi imaginación, en mis sentidos. Crece en mí con tu amabilidad, con tu pureza, con tu humildad, tu celo, tu amor. Crece en mí con tu gracia, tu luz y tu paz. Crece en mí para gloria de tu Padre, a mayor honra de Dios.
Amén.