Parece como si, para los que estamos aquí congregados, la vida se mueve más lentamente. El tiempo de la elección fueron días intensos, cargados de emoción. La semana trascurre con un ritmo pausado, de escucha atenta, de reconocer mociones. Sin embargo, aunque nosotros estamos aquí, en el Aula, la vida continua.
Carmen, compañera de universidad me escribe. Hace varios años que no nos vemos, ha estado viviendo con su familia en Inglaterra, pero ya está de nuevo en Madrid. Me escribe para decirme que Clara está muy enferma, la van a operar urgentemente esta semana. Me pide que le escriba, que necesita ánimos. Fuimos, junto con Carlos, el grupo de amigos durante la carrera. La vida nos ha ido distanciando; pero las redes de la amistad se activan en momentos así. Le escribo rápido, y triste. Señor, cuídala, dale fuerzas.
Henry se incorpora mañana al JESC, a mi oficina en Bruselas. Es un jesuita inglés, viene a pasar tres años con nosotros. No voy a estar para darle la bienvenida, pero lo tengo muy presente. Deseo que consiga poner todos sus talentos al servicio de los pobres. Su trabajo no es el habitual para un maestrillo, va a ser “Advocacy Officer”, es decir, responsable de incidencia. El reino se construye de muchas maneras, todas las manos son necesarias. Y Henri puede contribuir con su formación jurídica y su enorme sensibilidad. Virtud y letras, pasión y competencia.
A Ana la operan mañana, reconstrucción tras otra cirugía de un cáncer de pecho. Vuelven los recuerdos de todo lo que pasó: quimio, cirugía, convalecencia. Un mensaje rápido, para recordar que no está sola. Oración y ánimos, todo va junto.
Joana ha regresado de Sicilia, ha pasado allí dos meses colaborando con las CVX en un proyecto de acogida a refugiados. Está postulando al Servicio Jesuita a Refugiados. Pasó la primera entrevista, ayer tuvo la segunda. El mensaje es una explosión de alegría. En abril todo era un sueño sin forma, ahora parece que va tomando cuerpo. El mundo se queda pequeño para tanta energía, quiere darlo todo. ¿África? Dios lo quiera.
Me escribe Claude, el otoño avanza y los radiadores no funcionan. Nuestra oficina está en un viejo edificio y cada año hay un problema más. También goteras, pero parecen localizadas. No puedo hacer nada, sólo sonreír. Conozco la tenacidad de Claude, me lo cuenta para que lo sepa, para nada más, ella se encarga. Hay personas que no saben traspasar un problema, sólo saben resolverlos.
Fernando Roca, compañero jesuita de Perú, compartió en la Eucaristía que su hermano ha sufrido un grave accidente. Al entrar en el Aula escucho que le comenta a Cipri que su hermano está mejor, que la cirugía ha ido bien. Gracias, Señor. Dichosos los que comparten sus dolores sin aspavientos, sin exageraciones.
Para los que estamos en la Congregación el tiempo se ha detenido un poco, o por lo menos camina más despacio. El ritmo de trabajo se concentra en el Aula o en las reuniones por grupos, todo se mueve un poco despacio. Mientras tanto, la vida sigue a nuestro alrededor, recordándonos que lo que hacemos aquí sólo alcanzará su sentido pleno cuando terminemos y volvamos a la vida cotidiana. Entonces la elección, las deliberaciones, los acuerdos y las tensiones mostrarán toda su profundidad, acierto y belleza si son capaces de llenar la vida -la nuestra, la de nuestros compañeros, la de colaboradores y amigos- si somos capaces de llenar todas esas vidas con la esperanza que hemos reconocido otra vez.